Soy consciente, y así lo comento a menudo en mis cursos, que durante muchos años he conducido demasiado rápido, que es uno de los factores que provocan más accidentes mortales en nuestras carreteras. Es cierto que disponía de una buena técnica, ya que en esa época era campeón de España de distintas modalidades, pero mi conciencia en conducción segura era más bien escasa. Me quejaba de todos los límites de velocidad impuestos, y a la vez opinaba que el resto de los conductores no conducían bien.

Afortunadamente cambié de opinión – y sobretodo de actitud -, y durante más de 20 años como docente en conducción segura, he podido analizar y demostrar los distintos riesgos que nos podemos encontrar al volante. En el circuito escuela trabajamos técnicas de conducción preventiva, simulando así distintos escenarios. Nos adentramos en  posibles situaciones de riesgo (totalmente controladas en el circuito), así como frenadas de emergencia a baja adherencia, o pérdidas de control del vehículo; para de esta manera aprender a reaccionar frente a ellas.

La mayoría de conductores tienen pocas herramientas y experiencia para poder solucionar una situación de emergencia. Pueden carecer de capacidad técnica, ya que raramente nos encontramos con dichas situaciones en nuestro día a día para poder desarrollar un aprendizaje a partir de la experiencia.

Debemos ser conscientes de que compartimos la carretera con distintos conductores y todos, absolutamente todos, nos equivocamos delante de un error externo. Pero en este caso, nuestra velocidad puede jugar un papel fundamental para reducir riesgos.

Imaginemos que en una gran ciudad un conductor se salta un stop, y justo en ese momento llegamos nosotros. ¿Será fácil o difícil parar y esquivar si fuera necesario? Esta situación se convierte en fácil o difícil dependiendo de la velocidad que llevamos cuando nos encontramos con esta circunstancia; a 30 km/h será fácil, a 40 Km/h será difícil, a 50 Km/h muy difícil y a 60Km/h…

Sinceramente, me gusta la velocidad, pero ahora sólo en el circuito; he aprendido a disfrutar del viaje sin riesgo y respetando a los otros conductores. Pero sobretodo, aún me gusta más llegar a casa cada día con el coche entero y, si es posible, con los dos retrovisores.