Somos muchos los conductores que buscamos soluciones a los problemas de movilidad. Problemas que, en su mayoría, no dependen de nosotros mismos. El tráfico, la meteorología, el estrés de otros conductores, o incluso el mal estado de nuestro vehículo; son algunos de estos elementos que nos incomodan en la carretera. En el momento que factores que están fuera de nuestro alcance se apoderan del control, entramos en el juego de la suerte, juego muy peligroso, sobre todo cuando nuestra salud y la de nuestros acompañantes está en riesgo.

La conducción segura nos hace tomar conciencia de todo lo que nos afecta en la carretera y lo hace basándose en cuatro pilares fundamentales. Estos cuatro pilares son las ruedas que necesitamos para poder circular con seguridad.

La primera rueda es la actitud, nuestra manera de relacionarnos con el entorno, con otros conductores, peatones, etc. Es un punto muy importante, ya que una actitud prudente, atenta y calmada es básica para nuestra seguridad y la de las personas con las que compartimos las vías públicas; pues en la carretera nunca estamos solos.

La técnica es la segunda rueda. Con esta ponemos a prueba nuestras capacidades como conductores. Saber conducir no sólo implica desplazarse con el vehículo, también implica que sepamos cuándo y cómo debemos hacer una acción para minimizar las situaciones de riesgo. Del mismo modo, nos ayuda a reaccionar si nos encontramos en una situación complicada, y llegado el caso, a controlar el vehículo. Es un conocimiento que no se adquiere fácilmente y hay que educarlo con la práctica en circuitos cerrados.

La tercera rueda es nuestro coche: uno de los elementos claves para garantizar la seguridad vial. Es por eso por lo que es considerado uno de los cuatro pilares fundamentales de la conducción segura. Debemos mantener en buen estado nuestro vehículo, garantizar su mantenimiento de manera regular y adaptar nuestra conducción a sus características. Hoy en día los coches son muy seguros y están equipados con una gran cantidad de dispositivos que nos facilitan la conducción, pero si estos no se encuentran en buen estado pierden todos sus beneficios.

La cuarta rueda es el entorno, lo que pasa a nuestro alrededor y no podemos controlar. No está en nuestras manos cambiar la meteorología, el estado de las carreteras o los errores de los otros conductores, pero sí que podemos adaptar nuestra conducción al entorno para ahorrarnos sustos innecesarios.

Pero aparte de las ruedas que marcan los pilares de la conducción segura, tenemos una quinta rueda: el volante. Esta es la rueda de la conciencia. La que se encarga de guiar las cuatro ruedas restantes, asegurándose de que se combinan adecuadamente. Nosotros somos los que tenemos la responsabilidad de dirigir conscientemente este volante para llegar a casa con el coche entero, y a ser posible, con los dos retrovisores.